Lo esencial es invisible a los ojos
© Joel Aguilozi, 2017
Helsinki, año 1920. Jukka y Kalevi, buscaban al médico del pueblo, un hombre llamado Eikki. El trabajo tenía que ser rápido y sencillo. La paga era buena. Con el fusil de balas de plata a sus espaldas, llegaron hasta la vivienda del médico cuando el sol apenas asomaba. Tocaron a la puerta sin importarles si el hombre aún dormía. Les abrió, y al verlos, sospechó de quienes se trataba, (en los pueblos chicos hay cosas que son imposibles de ocultar). Después de una breve presentación supo que las leyendas eran ciertas, Jukka y Kalevi los cazadores de fantasmas, eran reales y no cuentos míticos. Además se decía que también ellos eran fantasmas.
–Permítanme ofrecerles una copa de sidra, la mejor del pueblo –dijo Eikki al tiempo que les servía, y sin rodeos, comenzó a hablar;– El trabajo, consiste en acabar con un fantasma que ronda en el bosque causando terror y muerte entre los habitantes del pueblo –.
La misión de nuestros cazadores era acabar con él y llevar sus cenizas a la cabaña de Eikki. Parecía un trabajo sencillo, sin embargo, según Kalevi algo no cerraba. ¿Para qué quería el doctor las cenizas de un alma en pena? Intrigado, le preguntó al médico quien respondió. – Estoy trabajando en la fórmula para alcanzar la inmortalidad.
Decidieron no meterse en asuntos ajenos y completar el trabajo; al fin y al cabo lo que importaba era el dinero por cobrar. Pidieron inspeccionar la vivienda antes de partir. En un altar rodeado de cirios, estaba la foto de la esposa de Eikki, fallecida hacía un mes a causa de una epidemia que se llevó varias vidas y supuestamente el fantasma que debían encontrar. Esperaron hasta al atardecer para adentrarse en el bosque, lugar donde había sido vista la noche anterior.
La espera fue larga. Ya casi rayando el alba apareció y no hubo lugar a confusiones; se trataba de la mujer de Eikki. La aparición intentó robar el espíritu de ambos hombres, sin saber que no estaba frente a dos humanos; sino frente a dos fantasmas benévolos, que intentaban darle descanso a las almas que aun deambulaban.
Las leyendas eran ciertas, Jukka y Kalevi no pertenecían a este mundo. Cuando al fin Makki, pudo descansar en paz, confesó que Eikki la había asesinado y era el responsable de crear una fórmula que originó la peste que azotó al pueblo. Según el doctor, para lograr la inmortalidad necesitaba encontrar la “esencia espiritual del amor”, esencia que solo podía conseguir en la cenizas del fantasma de su mujer. Eikki estaba equivocado, solo quería darle descanso a su mujer para de esa forma recuperar algo de la cordura perdida, y porque no, el perdón, pero esa, es otra historia.